La Fundición de San Andrés en Palomares
La fundición San Andrés
de Palomares
El artículo comienza cuestionando
la idea común de que el pasado fue una época de miseria y explotación,
especialmente en el Levante almeriense del siglo XIX. Aunque existían duras
condiciones laborales, la región vivió una etapa de intensa actividad industrial
y minera que generó riqueza, empleo y progreso tecnológico. Pueblos como Vera,
Garrucha o Cuevas del Almanzora alcanzaron su máximo esplendor, con trenes,
fundiciones, escuelas de capataces, comercios y consulados. Sin embargo, el
paso del tiempo y el urbanismo han borrado gran parte de ese legado material y,
lo que es peor, también la memoria de una época de modernidad y dinamismo.
La fundición San Andrés:
una joya industrial superviviente
Entre los restos de ese pasado
destaca la fundición San Andrés, situada en el término de Vera,
cerca de Palomares y Vera-Playa. Se trata de una de las fundiciones de plomo
mejor conservadas del Levante almeriense, comparable solo a El Tomillar o
Esperanza Segunda (Cuevas del Almanzora). Aunque ha perdido su gran chimenea
principal, mantiene estructuras notables: hornos, pequeñas chimeneas
secundarias y una impresionante galería de condensación de humos de más
de 4,2 kilómetros, probablemente la más larga conocida en este tipo de
instalaciones, cuya función era recuperar plomo sublimado y alejar los gases
tóxicos.
Cuarenta años de historia
industrial (1872–1912)
La fundición fue construida
en 1872 por Francisco Bravo Alarcón, alcalde de
Cuevas del Almanzora. En su primera etapa, bajo la empresa Bravo y
Compañía, trataba minerales de Sierra Almagrera. Cerró temporalmente
durante la crisis de los años 1890, siendo adquirida en 1894 por Manuel
Campoy Sánchez y Manuel Giménez Sánchez, que continuaron
la producción con minerales argentíferos de Herrerías.
En 1901, el
industrial francés Luis Canthal la compró para integrarla en
la Sociedad Metalúrgica de Almagrera, filial de la Sociedad
Argentífera del mismo nombre. Bajo la dirección de Fernando Villasante,
la fundición volvió a la actividad en 1902, siendo la única en funcionamiento
en todo el Levante. En esa época se modernizó con maquinaria de vapor,
hornos tipo Piltz, y una dinamo eléctrica que permitió
iluminar tanto las galerías como los patios y hasta proveer de electricidad al
puerto de Garrucha y a parte de Vera.
En 1907 se incorporó una máquina
de vapor locomóvil y se registraron más de 4.800 toneladas de
plomo fundido, además de importantes cantidades de plata (590.317 onzas en
1910). A pesar de su éxito, las quejas vecinales por la contaminación eran
constantes. La actividad decayó hacia 1912, aunque algunos documentos de 1915
mencionan personal aún activo y un almacén de comestibles con productos
importados, lo que sugiere cierta vida industrial residual.
La metalurgia del plomo y la plata
El texto ofrece una explicación
técnica de los procesos metalúrgicos de la época. Inicialmente
se empleaban los hornos boliches, de tipo reverbero, donde el
mineral no contactaba con el combustible. Eran simples, baratos y usaban leña o
esparto, pero dejaban mucho plomo en las escorias. Para aprovechar esas
escorias se usaban hornos de manga o de cuba, donde el mineral se
mezclaba con coque o carbón vegetal y se insuflaba aire mediante fuelles o
máquinas de vapor.
Con el tiempo, las fundiciones
como San Andrés adoptaron equipos más avanzados, incluyendo hornos
de calcinación, hornos de fusión y hornos de desplatación, alcanzando una alta
eficiencia para obtener tanto plomo como plata y cobre. La galena argentífera
de Sierra Almagrera exigía un tratamiento cuidadoso para no perder el valioso
contenido de plata.
La desplatación,
proceso para separar la plata del plomo, se realizaba tradicionalmente
con copelas, pero con la bajada del contenido en plata fue
necesario incorporar nuevas técnicas, como el sistema Pattinson (por
cristalización) y el sistema Parkes (por adición de zinc). En
Vera se documenta el uso de este último en la fundición La Española desde
1882. También se intentaron procesos de lixiviación con cianuro, aunque con
resultados irregulares.
Innovaciones tecnológicas
La fundición San Andrés incorporó
las últimas tecnologías disponibles a comienzos del siglo XX:
- Hornos de fusión: pasaron de los antiguos
hornos de manga a los hornos Piltz, de origen alemán, capaces
de producir tanto como trece hornos tradicionales, con sistemas de
refrigeración por agua.
- Hornos de calcinación: se instalaron
modernos hornos de reverbero del tipo Huntington y Heberlein,
mucho más eficientes que las pilas de calcinación al aire libre.
- Hornos de desplatación: aunque se
mantuvieron las copelas, se aplicaron técnicas de enriquecimiento del
plomo mediante fundición por mata, obteniendo productos
intermedios ricos en plata, que luego se refinaban.
Sin embargo, este método de
“fundir por mata” fue criticado por su ineficiencia y su carácter anticuado,
como advertía la prensa almeriense de 1899: “Lo que no progresa, muere.”
Las galerías de
condensación: ingeniería avanzada
Las galerías de
condensación de humos eran un componente esencial. Tenían varios
propósitos: mejorar el tiro de los hornos, eliminar gases tóxicos y recuperar
plomo depositado en las paredes por sublimación. Su longitud, de más de 4
kilómetros, es un récord y demuestra la complejidad de la ingeniería industrial
de la época. Los operarios entraban una vez al año para limpiarlas, recogiendo
el polvo de plomo con escobas y espuertas, una tarea muy peligrosa.
La galería de San Andrés presenta
una disposición espiral elíptica, con compuertas que permitían
ajustar el recorrido del humo según el número de hornos en uso. La red
conectaba también con los hornos de calcinación y de desplatación.
Restos arqueológicos y
patrimonio industrial
En la actualidad se conservan
restos de varios hornos de cuba (probablemente tipo
Piltz), hornos rectangulares de calcinación, hornos de
coquización y zonas donde se ubicaron máquinas de vapor.
Aunque parte del conjunto fue destruido por la carretera y las urbanizaciones,
los vestigios que quedan tienen un valor excepcional y un alto potencial
turístico y cultural.
Junto con otras fundiciones del
Levante —como Encarnación, Esperanza Segunda, La Invencible, Carmen o la de la
Atalaya—, San Andrés representa uno de los mejores ejemplos de patrimonio
industrial metalúrgico de Almería. Su conservación permitiría
recuperar un capítulo fundamental de la historia tecnológica y económica del
sureste español.
Conclusión
El estudio de la fundición San
Andrés demuestra que el Levante almeriense del siglo XIX no fue solo un
territorio de miseria, sino también un centro de innovación industrial,
con un importante desarrollo tecnológico, económico y social. Lejos de los
tópicos, sus fundiciones empleaban las técnicas más avanzadas del momento y
contribuyeron decisivamente a la modernización de la comarca.
Hoy, los restos de San Andrés son
un testimonio valioso del patrimonio minero-metalúrgico, que
debería preservarse y ponerse en valor como símbolo del pasado productivo y
científico de Vera y su entorno.
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